A su lado

No serán muertos los pasos del amor; vacío vino al mundo, tibio aún por el viento que lo aposentaba tan deliciosamente.
Y la tibieza fue frío y el agua piedra y las sombras cuchillos y el grito, la primera vez.
Lloró como nunca no fueron los muertos los pasos del amor-, pudo hablar y mentir y deslizar su vida y su alegría hasta quedar harto de leche y sueños, y olvidar y empezar a morir como todos:
un día cualquiera termina el año, el sol termina y comienza todo donde una mano empieza.
Su mano, su calor llegado desde del vientre hacia mí; inspirado por otro calor, para levantar ahora los pasos del amor, para impedir que mueran.
Por eso, aquélla o ésta, principio o fin, madre o amante; ella estará donde mis ojos vayan.
F. Urondo