Sin embargo, la ansiedad es un mecanismo natural de protección, un sistema psicológico de alerta que anticipa posibles amenazas con el fin de evitarnos futuros problemas. Es un estado de inquietud, que supone miedo y estrés a la vez, cuando el peligro no está presente. Es sólo una idea que surge en la mente y suscita el estrés necesario para resolver lo que preocupa antes de que sea demasiado tarde. A veces, tenemos una ansiedad general que no va asociada a ninguna situación concreta. Es la ansiedad inespecífica. Otras veces sabemos muy bien su origen: es la específica.
En ambos casos produce: aturdimiento, nerviosismo, taquicardia, sudoración, temblores, ahogo, opresión en el pecho, náusea, molestia abdominal, mareos, hormigueos (parestesias), escalofríos o sofocos, miedo a perder el control, a volverse loco o morir, lo que produce conductas de aislamiento. Son sensaciones lo suficientemente desagradables como para que tengamos, a menudo, más miedo a la ansiedad en sí que al problema que intentamos resolver: es el miedo al miedo. Si es una emoción normal, ¿por qué produce tanto sufrimiento y se ha convertido en una epidemia? Mucha de nuestra educación está basada en asustarnos. Según Noam Chomsky, vivimos en la "cultura del miedo", término para definir el proceso por el cual se divulga este sentimiento a través de los medios de comunicación, los discursos políticos, etc. y que influencia el comportamiento de las personas. Además, hemos desarrollado una fobia a la incertidumbre. Tenemos una manía por el control que, parafraseando a Giorgio Nardone, acaba por conducirnos al abismo del descontrol.
¿Cuál es el origen de ese malestar que hace que la ansiedad sea tan poco funcional? Esta pregunta tiene una sola respuesta: tus pensamientos Estos producen distorsiones a la hora de orientarse en el mundo. Son las gafas que cada uno se pone para mirar la realidad. ¿Cuál es la tuya?
Efectivamente, creemos que la sintomatología de la ansiedad es sólo la punta de un iceberg, ya que apunta a la propia caraterología de la persona, a su forma de ver y de vivir la vida.
Por eso creemos que es gracias a un trabajo de atención hacia estos aspectos más profundos los que permiten hacer frente a esta afección. Aprender a reconocerlos y, sobre todo, recuperar la dimensión corporal (principalmente, la respiración y una determinada actitud) permite recobrar una confianza muchas veces perdida y, con ella, la capacidad de superar los miedos que alberga.